Tradiciones ancestrales para cerrar ciclos y sanar vínculos
¿Viste cuando sentís que algo terminó, pero no sabés cómo despedirlo? No fue hace mucho… soñé con mi ex. No fue un sueño triste. Tampoco feliz. Solo… raro. Al despertar, tenía esa sensación como de «algo quedó con palabras. Hay vínculos que se sueltan con símbolos.”
Lo que nuestros abuelos sabían y nosotros olvidamos
Durante generaciones, nuestros ancestros marcaron los cierres de ciclo con fuego, agua, silencios largos o canciones. No tenían terapeutas ni WhatsApp, pero sí una conexión brutal con lo simbólico.
En la cultura maya, por ejemplo, el final de cada período de 260 días no era “un día más”. Era un punto de inflexión: se agradecía lo vivido y se honraba lo que venía. Algo parecido pasa con el Año Nuevo andino o el Samhain celta. ¿El patrón? Cada final trae una semilla de comienzo… pero sólo si se honra.
Y no es casualidad que tantas culturas encendieran fuego al cerrar un ciclo. El fuego no solo calienta. Transforma. Lo denso en liviano. Lo viejo en luz.
Pero, ¿cómo haces vos para cerrar una historia?
No hay recetas. Pero hay gestos. A veces, lo más fuerte que podes hacer es escribir una carta que nadie leerá. O armar un pequeño rincón con objetos que te recuerden quién eras… y quién queres ser.
Yo tengo una piedra que recogí en un viaje a la costa. No es “mágica” ni nada… pero cada vez que la toco, siento una vibración rara. Me recuerda esa noche que decidí seguir sola. Esa decisión me partió el alma, pero también me salvó.
Una amiga me regaló después un pequeño dije de obsidiana. Me dijo: “te va a cuidar de lo que ya no necesitás”. Desde entonces, lo llevo como uno de esos amuletos que no necesitas explicar, pero sabes que están ahí por algo.
¿Y si el vínculo que quieres sanar es con tu pareja?
Ojo, cerrar ciclos no siempre es cortar. A veces es resetear. Pareja no es solo quien duerme con vos. Es quien carga tu historia, tus enojos mal cerrados, tus silencios incómodos.
Hay culturas que usan baños de flores y vapor (tipo temazcal o ritual del hammam) para limpiar la energía entre dos personas. No “eliminan el problema”. Lo enfrían. Lo alivian. Lo hacen visible para poder soltar lo que estorba y reconectar desde otro lugar.
Una vez conocí a una pareja en Bolivia que cada luna nueva hacían una “ofrenda silenciosa”: dejaban cosas simbólicas en un cuenco (una hoja, una palabra escrita, algo simple). Lo enterraban al día siguiente. Y según me contaron, así evitaban que los resentimientos se pudrieran por dentro.
Suena loco, pero… ¿cuándo fue la última vez que enterraste algo para liberar el alma?
Lo espiritual no es un dogma. Es un idioma.
A veces creemos que lo espiritual es rezar, meditar o hacer yoga en silencio. Y sí, eso también… pero no solo.
Espiritualidad es cuando te detenés en medio del ruido para escuchar lo que realmente sentís. Cuando te permitís llorar sin justificarte. Cuando soltás el control y aceptás que hay partes de vos que necesitan ritual, símbolo, y un poco de misterio.
Encender una vela, hacer un dibujo y quemarlo, caminar sin rumbo por una hora, hablarle al río. No importa qué hacés, sino desde dónde lo hacés. El cuerpo sabe cuando una acción tiene intención. Ahí ocurre lo verdadero.
Y sí, en ese momento algo se mueve. Algo invisible. Una energía que cambia de forma. Como cuando ves una nube deshacerse y sentís… alivio.
¿Para qué sirven estos actos raros, entonces?
Para recuperar el poder de lo invisible. Para entender que no todo se resuelve con lógica. Para decirle al universo: “Ya entendí. Gracias. Ahora puedo seguir.”
Y aunque no lo parezca, eso tiene efectos bien concretos:
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Dormís mejor. Como si al soltar lo pendiente, tu cuerpo también pudiera descansar.
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Discutís menos. Porque tu carga emocional no anda rebotando en los demás.
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Te entendés más. Porque al mirar lo que duele, también descubrís qué te sostiene.
¿Te animas a hacer tu propio ritual?
No necesitas nada caro. Ni incienso importado. Solo intención, honestidad… y un poco de imaginación.
Elegí un objeto. Un cuaderno, una flor seca, un puñado de tierra. Cargalo con tu deseo de cerrar. De agradecer. De soltar.
Hacelo simple. Hacelo tuyo.
Y después, respirá hondo.
Eso que hiciste, aunque parezca pequeño, tiene un eco. Y no estás sol@. Estamos un montón, aprendiendo a sanar como nos enseñaron los antiguos: con gestos, símbolos y silencio.
¿Prueba algo esta semana? No lo cuentes si no quieres. Pero si lo sentís, escribeme. Me encantaría saber cómo lo viviste.